Todos sufrimos estrés en algún momento de nuestras vidas. Las exigencias de nuestro día a día nos llevan a tener que enfrentar situaciones, de todo tipo, que conllevan que se desencadenen extremos, tanto positivos como negativos en ellas. Son muchos los estudios científicos que han avalado el estrés a corto plazo como un elemento necesario, clave en la supervivencia, mientras que, a largo plazo, las consecuencias que acarrea en el organismo pueden llegar a ser muy perjudiciales si no sabemos detectarlo a tiempo y buscar un remedio.
¿Qué es el estrés?
Para saber cómo afecta a nuestro cuerpo, primero, debemos intentar entender qué es y, por ello, vamos a definir, en términos generales, el significado de esta palabra.
Estrés significa presión o tensión nerviosa. Como decíamos, nos vemos sometidos, constantemente, a situaciones que exigen, o provocan, presiones/tensiones. La forma como gestionamos esas circunstancias, hormonalmente, conduce a nuestro cuerpo a reaccionar a éstas, provocando que, si nos superponemos, todo haya supuesto un reto más, con sus emociones particulares; o, en caso que no, degenere en ese estrés que sí influye en nuestro cuerpo a muchos niveles: físico (enfermedades), emocional (sentimientos) y psicológico (miedos y traumas).
La reacción al estrés
El proceso por el cual el cuerpo reacciona al estrés se denomina alostasis.
Ante una inminente amenaza, la reacción conocida al estrés es que nuestro cerebro (hipotálamo e hipófisis) ordene enviar varias hormonas (cortisol, adrenalina…) a la circulación sanguínea, mediante el sistema endocrino, para hacerle frente; y que las células de nuestro cuerpo sepan actuar, ya que influyen en casi todos los órganos y funciones de éste.
Estas hormonas no son un elemento inexistente en la sangre, su apropiado equilibrio vela por el buen funcionamiento de nuestro organismo. Simplemente, cuando se recibe esa advertencia y necesidad de lucha ante el peligro, el sistema se autogestiona y aumenta su concentración, capacidad de reaccionar y fuerza (necesidad puntual). De igual forma que sí percibiríamos como los latidos de nuestro corazón se aceleran, en un plano menos visual, aumentaría la presión sanguínea o se reforzaría el sistema inmunitario y agudizaría la memoria. Todo ello para, como decíamos, enfrentar ese estrés a corto plazo. Superado el momento álgido, el cuerpo regresa a la normalidad.
No obstante, a veces, la sensación causada por el estrés dura más de lo que el cuerpo puede tolerar para gestionar ese torrente de órdenes amenazantes y, a largo plazo, presenta un problema, ya que la segregación elevada y constante de hormonas para combatir el estrés no tiene tiempo de recuperarse, acumulándose en sangre y causando serios problemas de salud.
Cómo afecta al cuerpo
Los cambios en el cuerpo que ocurren durante los momentos de estrés, como decíamos, pueden ser muy beneficiosos si se dan en un corto espacio de tiempo. Pero cuando se alargan y la producción de hormonas para intentar plantarle cara es excesiva, el estrés puede comprometer la integridad de nuestra salud.
- Sistema inmune
Uno de los sistemas que presenta consecuencias cuando nuestro estado de estrés se mantiene y, por tanto, el organismo centra sus esfuerzos en él y no en éste, es el sistema inmune. El torrente de hormonas que se liberan durante el episodio reduce la respuesta del sistema inmunitario, facilitando que virus, bacterias y demás agentes, causantes de infecciones y enfermedades para nuestra salud, encuentren un acceso más fácil a nuestro cuerpo.
Personas que presentan cuadros con estrés crónico suelen tender a sufrir más patologías de esta índole e, incluso, a ver retardada la curación y recuperación de esas enfermedades.
- Sistema reproductivo
El estrés, indudablemente, es agotador. Cuerpo y mente se ven afectados por la sobrecarga que éste implica. Por eso, no es de extrañar que el deseo sexual se pierda en momentos de mucho estrés. Cuando hablamos a largo plazo, además, los niveles de testosterona del hombre pueden comenzar a disminuir. Esto, claramente, tiene repercusiones en la producción de esperma que, a su vez, causa disfunción eréctil e impotencia, y aumenta el riesgo de infección en órganos como la próstata y los testículos.
En las mujeres, el estrés puede afectar al ciclo menstrual, provocando irregularidades en la periodicidad del período, así como abundancia y dolores. También, en el caso de mujeres menopáusicas, puede magnificar los síntomas que se dan.
- Sistema digestivo
Hablando propiamente del sistema digestivo, el estrés crónico tiende a complicar problemas comunes, pero menos importantes, como la acidez estomacal, cómo se absorben los nutrientes en el intestino, el reflujo, la hinchazón o el estreñimiento.
La peor, pero, de todas las consecuencias que se desencadenan en este desorden hormonal, es que el hígado responde a ello produciendo azúcar que va, directamente, al torrente sanguíneo. Un aumento adicional de glucosa que de verse extendido en el tiempo puede suponer un riesgo para desarrollar diabetes tipo 2, y una mala regulación metabólica que, también, tiene sus efectos colaterales en la salud mental (afecta a la memoria y al aprendizaje).
- Corazón y sistema respiratorio
Decíamos antes que, en situaciones de estrés, uno de los mecanismos de “alerta” de nuestro organismo es aumentar la rapidez con que bombea. Cuando las hormonas causan esto, todo el sistema se modifica, comportando que los vasos sanguíneos se contraigan y desvíen más oxígeno a los músculos. Con ello, aumenta la presión arterial y ésta el riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral.
A nivel respiratorio, personas con trastornos como el asma, la bronquitis crónica o el enfisema, pueden dificultarse aún más.
- Sistema muscular
En el anterior punto, ya hemos visto un ejemplo de cómo los músculos pueden verse afectados, desde un punto de vista pasivo. Activamente, la tensión muscular a la que éstos se ven sometidos como consecuencia del estrés, puede causar dolores musculares en espalda, hombros, otras dolencias corporales y dolor de cabeza.
Y por si todos estos síntomas internos fueran pocos, el estrés crónico favorece la aparición de desequilibrios en el comportamiento, como los desórdenes alimenticios o el abuso de drogas o de alcohol.
Es difícil pensar en cualquier enfermedad en la que el estrés no pueda desempeñar un papel agravante; tiene un efecto altamente nocivo en nuestro organismo, afectando muchos puntos de nuestra vida diaria. Por ello, desde la clínica Aureum Fisioterapia queremos ayudaros a paliar estos síntomas y a gestionar el estrés de una manera más efectiva mediante técnicas de relajación, ejercicio terapéutico y terapia manual.